Muy queridos míos,
Reciban un saludo fraternal. En esta oportunidad les envío
un testimonio bellísimo de un gran milagro que Dios obró en Julian, un taxista
que conocí en la ciudad de Bucaramanga (Colombia). Le hice una entrevista a
Julian, que transcribo más abajo, y Julian estuvo de acuerdo en compartir su
historia por internet. Julian tiene dos hijas, la mayor de las cuales tiene una
enfermedad muy delicada, Megacolon. Adjunto una foto de las 2 hijas de Julian
más abajo.
“Yo tenía una enfermedad grave, la cual ningún médico fue
capaz de dar con el nombre, ni fueron capaces de descifrar esa enfermedad, por
la cual yo quedaba inconsciente, con signos vitales normales. No eran ataques
de epilepsia, ni ninguna de estas enfermedades, ya que no convulsionaba, y los
médicos decían que no hallaban ni encontraban ningún antídoto, pastillas o
droga para curarme de esa enfermedad, la cual venía padeciendo desde los doce
(12) años (al momento tengo 42 años de estar viviendo, gracias a mi Dios).
Conocí a Dios un día cuando estaba desesperado, demasiado
triste. Cuando nació mi primera hija conocí a mi Dios. A mi hija nunca la podía
sacar a la calle, nunca la podía yo alzar, porque en cualquier momento yo podía
caer al piso y podía sucederle algo a ella. Mis papás querían llevarme a donde
unos brujos. Le dijeron a él que me tenía que comprar un poco de droga, entre
eso que comprara unos menjurjes de vino, de uvas pasas, de calcio, para ellos
revolver todo eso y echármelo en la cabeza porque eso era un mal postizo que me
habían puesto, que le habían puesto a mi papá y me había caído a mí. Pero
gracias a mi Dios, ese día yo conocí, me llamaron a mí unos amigos, y me
dijeron que había una campaña, y yo dije: Voy a esperar a ver si Dios es capaz
de resolverme este problema. Uno siempre busca de Dios a lo último. Pero fue
tan grande mi Señor, que no me dejó ir donde esos brujos. Ese día me dio más
grande la enfermedad. Fueron casi 6 horas en estado de coma. Mi familia lloraba
mucho porque yo no reaccionaba. Casi 6 horas botado en el piso. Y entonces a lo
que yo desperté, el enemigo me decía que yo me matara, que yo no servía para
nada. Salí corriendo en pantaloneta y sin camisa, en chancletas, por toda la
calle. Y llegué a donde un familiar. Menos mal que ese familiar me conoció y me
dio la mano, y me tuvo ahí. Pero el enemigo quería que yo me le atravesara a
los carros, que yo me matara. Pero gracias a Dios busqué a mi Señor. Él me
decía que lo buscara. En ese momento yo no entendía por qué. Pero yo decidí. Le
dije a mi papá que primeramente iba a ir a donde Dios, me dijeron que Él
verdaderamente me sanaba, y que Él no era ningún brujo, ni ningún hechicero,
que Él con la misericordia me iba a sanar. Fui a la calle 43 con 14, ahí en la
iglesia del Movimiento Misionero Mundial. Fueron 4 días de campaña muy hermosa,
pero esos 4 días yo no sentí nada. Yo oraba, rezaba, porque yo no sabía qué era
oración, yo lo único que le decía a mi Dios era que me sanara, porque yo quería
disfrutar de mi hija, quería poderla alzar, quería poder salir con ella, sin
que hubieran 2 o 3 personas al lado mío. Poder llevarla a una piscina, poder
llevarla a un parque. Y eso fue tan duro para mí, que la decisión más
importante que tomé en mi vida, y que hasta el día de hoy soy el hombre más
feliz, fue el haber ido ese día a esa iglesia. Aunque ese día no pasó nada,
pero el Señor sabía que yo no tenía nada. En el último día de campaña no tenía
para los pasajes, mi suegra sacó y me regaló para los pasajes, y como yo no
podía ir solo, le dije a mi esposa, no me regalaron sino para el mero pasaje
mío, entonces yo le dije a mi esposa: Yo me voy, si yo no vuelvo es porque el
Señor así lo quiere, pero si yo vuelvo es porque el Señor me ha ayudado. En
cualquier momento me podía dar la enfermedad, y me fui solo para allá, y
llegué, y ese día el Señor trató con mi vida. Fue algo muy hermoso. Yo no sabía
que Dios existía, que era tan grande, tan misericordioso. Ese día no sé cómo el
Señor me transportó hacia un lugar, una visión, vi una nube tan hermosa, tan
hermosa, tan blanca como dice la Escritura que dice que nos quitará todas esas
manchas , y seremos limpios como los copos de nieve, como algo tan hermoso. Una
nube tan hermosa y tenía un letrero tan hermoso, hasta el día de hoy me acuerdo
tanto que decía JESUS. Ese día me vine para mi casa, ese día me dio la
enfermedad dos veces, una hora y después me dio como media hora. Yo al otro día
decía Señor Ud. me ha sanado, Ud. me ha sanado, pero mucha gente (como no
sabían que cuando yo caía al piso quedaba inconsciente por fuera, pero por
dentro tenía todos mis signos vitales, incluyendo mis oídos mi mente, y
escuchaba todo lo que ellos hablaban) decía: Pobrecito, él cree que Dios lo
sanó, pero sigue enfermo, pero toca seguirle la corriente que Dios lo sanó, así
a él le pase lo que le pase. Recuerdo que a los ocho días fui a una iglesia más
cercana, que encontré en mi barrio, en Piedecuesta. Y el Señor trató conmigo,
me decía que Él si me podía sanar, que podía glorificarse de una manera especial
en mi. Y entonces yo llegué y le dije a mi esposa: Yo sé que ud. no me cree que
Dios me sanó, pero algún día uds. me van a creer, yo tengo la fé puesta en mi
Señor. Ese día le clamé con tanto amor, le dije: Señor si Ud. me sana de esa
enfermedad tan terrible, haré como Samuel cuando su madre Ana lo entregó,
entrego mi vida hacia Ti Señor. A los ocho días, recuerdo tanto que era un
martes, a las 4:30 de la tarde, yo estaba acostado hablando con mis suegros y
con mi esposa, mi hija estaba recostada en las piernas de mi suegra, y ese día
me volvió a dar la enfermedad, pero yo sentí algo diferente en esa enfermedad,
yo sentí que no era la enfermedad, pero quedé inconsciente, y fue ese día el
más hermoso de mi vida, la emoción fue tan grande porque yo sentí ese día que
eso no era algo de mi enfermedad. Yo quedé inconsciente, pero sentí una mano
caliente, una mano que se ponía desde la punta de mi cabeza hasta el dedo gordo
de mis pies, pasó por todo mi cuerpo, y yo le decía: Señor, gracias. Y el Señor
me decía que a partir de ese momento sano estaba, y mi hija también. Yo decía
en mi mente: Pero por qué mi hija? Cuando yo desperté mi hija estaba vomitando,
tenía náuseas, y la niña mía tenía apenas cuatro añitos, y hasta el día de hoy
le doy gracias a mi Señor, porque mi Dios es tan grande y tan poderoso que
desde ese día sentí la presencia de Dios, esa mano tan hermosa tocando mi
mente, mi corazón, sanándome. Ya llevo siete años manejando taxi, para la
gloria de Dios, y le doy gracias a Dios, porque desde el día que el Señor tocó
mi vida he sido sano, y le he podido decir a las personas que Dios
verdaderamente existe, y que es grande y misericordioso con cada uno de
nosotros, cuando verdaderamente ponemos la mirada en Él.“
La hija mayor de Julian está enferma. Tiene Megacolon. En
estos momentos la familia de Julian está batallando con eso. La hija mayor de
Julian tiene doce años en la actualidad. Han tenido que colocarle supositorios,
ha tocado hacerle lavados para que ella haga del cuerpo. Lamentablemente su situación
económica no les da para llevar a su hija donde un especialista. Anexo una foto
de las dos hijas de Julian.
Les agradezco ayuden a Julian con el tratamiento médico de
su hija mayor. Pueden llamarlo al (316) 605-6319. Recuerden que “a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará, y al
que mucho se le haya confiado, más se le pedirá” (Lucas 12:48), y a
nosotros Dios nos ha dado mucho.
Un abrazo y miles de bendiciones.
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