EN VANO (tomado del libro Cada día más sabio por el
pastor Alejandro Bullón - reproducido con permiso de la Asociación Publicadora
Interamericana)
Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que
la edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia. Salmos 127:1.
“Soy el rey del
mundo, soy el más grande”, gritaba el joven boxeador el 25 de febrero de 1964,
ante las cámaras de la TV, desde el cuadrilátero del Miami Beach Convention
Hall. Mohamed Ali acababa de consagrarse
campeón de los pesos pesados, con apenas 22 años. “El mundo entero está a mis pies, escriban
eso”, le dijo a los periodistas.
Y era verdad. Aquel año, el mundo entero estaba a sus
pies. Pero, en 1996 el mundo entero lo
vio debilitado, en ocasión de las Olimpíadas de Atlanta. Apenas podía ascender para tomar la antorcha olímpica. Era evidente que ya no era el “rey del
mundo”, ni el “mejor”. Estaba envejecido
y deteriorado por el mal de Parkinson.
Eso es lo que dice
el salmista, cuando afirma que: “Si
Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican”. Estás ante un nuevo año. No te atrevas a entrar en él sin la seguridad
de que Jesús está en el control de tus planes.
Tu trabajo, tu esfuerzo y dedicación solo tendrán sentido si “el Señor
edificare la casa”.
Acepta el desafío
de un nuevo año. Piensa en grande. Mira lejos.
Trabaja, pero pregúntate: Quién está
en el centro de mis planes? Esto es
vital. Un día, un millonario excéntrico reunió
a sus amigos para pasar el fin de año en su yate de 10 millones y gastó la
bagatela de un millón de dólares en la fiesta.
Aquella noche, los fuegos artificiales iluminaron la oscuridad en el mar
Caribe, y todos levantaron los vasos de champán deseándose “salud, dinero y
amor”, pero el siguiente enero no llegó.
Por lo menos para él, no. Un
infarto fulminante segó su vida en junio de aquel mismo año.
La vida humana es
frágil como la flor. Hoy es, y mañana no
existe más. Se marchita como la hierba
del campo. Desaparece como la nube
llevada por el viento. Por tanto, pon a
Dios en el fundamento de tus proyectos,
porque sin Él, “De nada sirve trabajar de sol a sol y comer un pan ganado con
dolor” (Salmos 127:2).
Trabaja en sociedad
con Dios. El hombre del campo ara la
tierra y planta la semilla. Pero si Dios
no hace salir el sol y caer la lluvia, de qué sirve el trabajo? Así sucede en otras áreas de la vida. “Si Jehová no edificare la casa, en vano
trabajan los que la edifican”.
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