DESDE LA CAVERNA DE LA VIDA (tomado del libro Cada día
más sabio por el pastor Alejandro Bullón - reproducido con permiso de la
Asociación Publicadora Interamericana)
Saca mi alma de la cárcel, para que alabe Tu nombre; me
rodearán los justos, porque Tú me serás propicio. Salmos 142:7.
La paciente no dejó
hablar al médico y dijo: “Mi problema no está en el cuerpo, doctor, está en el
alma. Soy una mujer vacía, hay algo que no anda bien dentro de mí. ¿Qué puede
hacer la ciencia?”
Existen
enfermedades psicosomáticas que destruyen la vida. Las raíces del mal están en
el alma, pero los efectos son físicos. Ningún examen médico es capaz de
detectar la causa y, como consecuencia, el cuerpo se va debilitando poco a
poco.
En el versículo de
hoy, el salmista habla de este tipo de mal: “Saca mi alma de la cárcel”,
suplica el salmista.
Algunas Biblias
dicen lo siguiente en el sobrescrito de este salmo: “Salmo didáctico de David.
Oración que hizo cuando estaba en la caverna”. David estuvo escondido en cuevas
en dos ocasiones. Una, cuando huyó de los filisteos y se escondió en la cueva
de Adulam; y otra, cuando tuvo la oportunidad de acabar con la vida de Saúl, en
la cueva de En-gadi. Los eruditos no definen en cuál de las cavernas fue
escrito este salmo; pero no importa en cuál haya sido, metafóricamente el
salmista se encontraba en la caverna de la vida, en esos momentos en que las
sombras de las dificultades no le permitían ver un palmo adelante.
David deja en claro
que, si el Señor lo libra de cárcel de la depresión en que se encuentra,
enaltecerá el nombre del Señor y los justos lo rodearán como si fuesen una
corona de victoria en su cabeza. Esa es la vida que Dios quiere que tú vivas.
La mujer que entró
en el consultorio médico recibió el consejo de permitir que Dios la liberara de
los sentimientos negativos que estaban envenenando su corazón. Odio, rencor,
deseos de venganza. Aquella mujer tenía motivos de sobra para abrigar esos
sentimientos, pero esos mismos sentimientos se habían transformado en una
cárcel para su alma. Cuando ella cambió esos sentimientos por el deseo de
perdonar, comprender y amar, todo cambió en su atribulada vida.
¿Te sentiste alguna
vez prisionero de sentimientos negativos? Mientras aceptes esa situación, no
podrás ver las cosas bellas de la vida, ni disfrutarás de los momentos felices
que las personas amadas te proporcionan.
En la
oscuridad de la cueva solo existe soledad, egoísmo, tristeza, amarguras. Por
eso, clama con David: “Saca mi alma de la cárcel, para que alabe Tu nombre; me
rodearán los justos, porque Tú me serás propicio”.
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