GUARDA LA PALABRA (tomado del libro Cada día más sabio
por el pastor Alejandro Bullón - reproducido con permiso de la Asociación
Publicadora Interamericana)
En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar
contra ti. Salmos 119:11.
Imagínate
un día de mucho calor y polvo, sin poder tomar un baño refrescante. Imagínate
tu cuerpo sudado. ¿Puedes sentarte a la mesa con alegría? ¿Puedes acostarte a
dormir confortablemente? ¿Puedes acercarte a tu novia y darle un beso? Tal vez
consigas hacer eso, pero de seguro tienes la sensación de que algo está mal, de
que algo está faltando o sobrando. Tú sabes que mientras no te bañes nada
andará bien. Aquella sensación de suciedad te perturbará todo el tiempo. No
puedes afirmar que te sientes feliz.
El
texto de hoy presenta el secreto divino para conservarte lejos de la
contaminación moral. Mientras haya contaminación moral sofocando tu espíritu,
no tendrás felicidad. El plan de tu vida no está bien. Caminas rumbo a la
destrucción. El fin del camino es un abismo de oscuridad y muerte. La persona
puede no tener conciencia de ello, pero instintivamente lo percibe. ¿Cuál es la
solución? La respuesta del salmista es: “En mi corazón he guardado tus dichos,
para no pecar contra ti”. Es decir, “guardado en el corazón tus palabras”.
El
problema del ser humano es que trata de ser feliz sin prestar atención a los
consejos divinos. Con su camino contaminado, se esfuerza y trata de alcanzar
aquello que cree que es necesario para ser feliz: dinero, familia, fama y
poder. Con un poco de esfuerzo, puede llegar a conseguir todo eso. Pero cuando
llegan las horas silenciosas de la noche, allá en el fondo del corazón, en
aquel diálogo consigo mismo, mirándose en el espejo de la propia intimidad, de
donde nadie puede huir ni esconderse, tiene que llegar a la conclusión de que
algo está equivocado, que algo no funciona, y en esas horas el corazón se
siente desesperadamente atormentado y vacío.
De
acuerdo con el salmo de hoy, aquella sensación nunca desaparecerá a no ser que
tú busques la solución en la fuente de la sabiduría, que es la Palabra de Dios.
Es a la luz de las enseñanzas divinas cuando tu racionalismo, gnosticismo o
humanismo, dan lugar a un poder mayor que es capaz de colocar orden en tu mundo
interior.
Haz de
este día un día de sumisión a los consejos divinos. Someterse a Dios es crecer.
Seguir Sus principios es volar en libertad. No salgas de casa sin decir: “En mi
corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti”.
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