NO LO CONSIENTAS (tomado del libro Cada día más sabio por
el pastor Alejandro Bullón - reproducido con permiso de la Asociación
Publicadora Interamericana)
Hijo mío, si los pecadores te quisieren engañar, no
consientas. Proverbios 1:10
Hay dos verbos que
son el centro del mensaje de hoy.
Engañar y consentir. Estos verbos
expresan dos acciones. El enemigo
seduce, engaña. Ese es su trabajo y la
razón de su vida. La Biblia dice que el
enemigo de Dios “engaña a todo el mundo”.*
Engañar es seducir, y seducir significa literalmente “atraer y prender
con cebo”. La idea básica es atraer
usando el engaño.
La otra acción es
consentir. Nadie es seducido sin
consentir. El consentimiento presupone
la libertad, y el poder de decisión. El
diablo seduce porque el ser humano es libre.
Nadie puede obligarlo a hacer algo si no quiere.
Para su maléfica
obra de seducción, el enemigo usa instrumentos humanos, por eso el consejo del
sabio Salomón es: “Hijo mío, si los pecadores te quisieren engañar, no
consientas”.
El diablo no se
presenta como tal. Se esconde, se
disfraza, y camufla sus objetivos. Sabe que si se presentara como es en
realidad, todos huirían de él. Por eso
viene en forma de “amigo” que aparentemente quiere “ayudar”.
¿El joven termina
siendo adicto a las drogas porque un día decidió destruirse y salió por ahí
buscando algún traficante de droga? No. Termina siendo adicto porque alguien lo
invitó, alguien insistió, alguien le habló de las “sensaciones alucinantes” que
la droga provoca.
La seducción no sucede
de un momento al otro. La seducción es un proceso. Primero, llama tu atención,
después te presenta sus “maravillas”. La persona entra en el peligroso juego
del “va y viene”. Pero el enemigo hace siglos que seduce. Esa es su
especialidad. Tiene mucha experiencia. No sirve de nada entrar en su juego
pensando en salir ileso.
Por eso, el consejo
de hoy es: “No consientas”. La mejor
manera de no consentir es cortar el mal por la raíz. Con el enemigo no hay
diálogo posible.
Antes de comenzar
tus actividades hoy, pregúntate: ¿Estoy entrando en el juego peligroso de la
seducción en algún área de mi vida? La seducción funciona como la arena
movediza. Al comienzo tú crees que no es
problema, que puedes salir cuando quieras, pero cualquier esfuerzo que hagas para
verte libre, te acaba hundiendo más.
¡Clama al Señor!
Pídele que abra tus ojos para ver el fin de un camino que, inevitablemente, te
conducirá a la muerte. Recuerda: “Hijo
mío, si los pecadores te quisieren engañar, no consientas”.
Apocalipsis
12:9.
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