LA RECOMPENSA DE LOS HUMILDES (tomado del libro Cada día
más sabio por el pastor Alejandro Bullón - reproducido con permiso de la
Asociación Publicadora Interamericana)
Porque Jehová tiene contentamiento en Su pueblo;
hermoseará a los humildes con la salvación. Salmos 149:4.
Dos hombres entran
en el templo para adorar. Aparentemente van a adorar al mismo Dios. Pero hay
una gran diferencia. El centro de la adoración del primero está dentro de él
mismo. En el caso del otro, el objeto de la adoración está afuera. Uno de ellos
se cree digno, merecedor, trae como ofrenda su buen comportamiento, su conducta
impecable, y sus obras de caridad. El segundo se siente indigno, y va al templo
para reconocer que es un pobre pecador y que no merece nada.
Jesús contó esta
parábola.* El primer hombre era el fariseo, el segundo el publicano. Dios
exaltó al último y rechazó al primero, y con esta parábola registró para
siempre la idea central del evangelio, que es, a saber: que la salvación no es
algo que tú conquistas con tus esfuerzos, sino un don que Dios te da sin
merecerlo, por amor.
La teología de la
salvación corre cristalina a lo largo de toda la Biblia. Los escritores
bíblicos siempre enfatizaron –desde el Génesis, cuando Dios sacrificó un
cordero para salvar a Adán y a Eva de la desnudez, hasta el Apocalipsis, que
termina con una invitación a beber el agua de la vida gratuitamente- que la
salvación es inmerecida. Tenemos acceso a ella únicamente mediante la gracia
del Señor Jesucristo.
En el versículo de
hoy, el salmista habla de la salvación. Afirma que la salvación es una especie
de corona que adorna a los humildes. La palabra humildad, en hebreo anaw,
literalmente quiere decir “los pobres y necesitados”. Aquellos que no tienen
nada y solo pueden recibir algo por misericordia. Esto no tiene nada que ver
con el dinero, sino con el orgullo. Existen ricos humildes y pobres orgullosos.
La salvación es el
principio de la felicidad. Nadie puede ser feliz cargando la permanente
sensación de estar perdido. ¿Cómo puede tener paz en esa situación? ¿Cómo puede
dormir tranquilo? ¿Cómo puede amar? La vida auténtica comienza cuando lo
perdido es encontrado.
Acude a Dios hoy.
Pero ve con actitud humilde. Reconoce que no eres digno. Tus errores y pecados
te hicieron merecedor de la muerte, pero Jesús, con su muerte, entregó la Vida.
Ni tú ni yo podremos, nunca, agradecer eso: “Porque Jehová tiene contentamiento
en Su pueblo; hermoseará a los humildes con la salvación”.
- Lucas 18:9-14.
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