ENSEÑAME TUS SENDAS (tomado del libro Cada día más sabio
por el pastor Alejandro Bullón - reproducido con permiso de la Asociación
Publicadora Interamericana)
Muéstrame, oh Jehová, Tus caminos; enséñame Tus
sendas. Salmos 25:4.
¿Es hoy un día
difícil para ti? ¿Necesitas tomar una
decisión importante y no sabes qué hacer?
¿Tienes miedo? ¿Hay muchas cosas
en juego y sientes que la incertidumbre toma control de tu corazón? Algo tienes que hacer, pero temes
equivocarte. ¿Cuál es la solución?
David también pasó
por un momento en su vida semejante al que tú estás viviendo ahora. En ese contexto fue cuando escribió lo
siguiente: “Muéstrame, oh Jehová, Tus
caminos; enséñame Tus sendas”.
Ciertamente, los caminos de Dios son los mejores. Si pudiésemos ver a través del velo de
nuestra humanidad y permitiésemos que Dios nos mostrara Sus caminos, Él se
revelaría y nos alegraríamos en hacer Su voluntad. El resultado sería prosperidad y éxito.
El salmo 25 habla
de la vida como una larga jornada en la cual es imposible ser victorioso con
las fuerzas de uno mismo. La palabra
“camino” la usa el salmista cuatro veces en este salmo, y la palabra “senda”
una vez. El secreto de la felicidad es
descubrir ese camino y andar en él. La
vida no es fácil de ser vivida. Sin la
orientación divina, puedes llegar al fin del camino y descubrir que
desperdiciaste tu existencia. Por tanto,
la primera lección que necesitas aprender es que la vida no es fácil. Una vez que aceptas el hecho de que la vida
es difícil, busca ayuda y, como David, suplica a Dios que te muestre el camino
en el que debes andar.
El problema es que
a veces cuando el ser humano le pide a Dios que le muestre el camino, lo que
quiere es que Él apruebe su decisión.
Las cosas se complican, porque Dios no es el Padre permisivo que deja
que el hijo de dos años lo lleve por donde él quiere. Dios es Dios, conoce el camino mejor que
nadie y te llevará con seguridad a donde necesitas llegar.
Con esto en mente,
no tengas miedo de tomar la decisión que necesitas tomar hoy. No huyas.
No postergues. No te “laves las
manos”. Pide la dirección divina y
marcha hacia delante con la conciencia de que tu vida está escondida en las
manos de Alguien que nunca falla.
Ora a Dios y
repite: “Muéstrame, oh Jehová, Tus
caminos; enséñame Tus sendas”.
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