¿PREOCUPARSE O CONTEMPLAR? (tomado del libro Cada día más
sabio por el pastor Alejandro Bullón - reproducido con permiso de la Asociación
Publicadora Interamericana)
Me acordé en la noche de Tu nombre, oh Jehová, y guardé
Tu ley. Salmos 119:55.
Todo salía mal
aquel día en la vida de Francisco. La
turbulencia financiera que el país atravesaba parecía ser la gota de agua que
faltaba para que su empresa se fuera al fondo del pozo. En aquella fábrica estaban invertidos todos
sus recursos financieros, sus sueños, sus esperanzas, expectativas de vida y
años de dedicación y esfuerzo.
Acostado en la
cama, aquella noche no podía dormir. Daba
vueltas de un lado al otro, tratando de descubrir una salida a la situación,
pero solo veía sombras y oscuridad a su alrededor.
Francisco, al igual
que nuestra sociedad, ignoraba lo que dice el salmo de hoy: “Me acordé en la noche de Tu nombre, oh
Jehová”. Parece que las personas
prefieren más la preocupación que la contemplación. ¿Cuál es la diferencia? La preocupación concentra tu energía en el
problema. La contemplación, te lleva a
mirar hacia arriba y ver a Dios.
Preocupándote, haces como la persona que se está ahogando en el mar, da
brazadas improductivas para todos lados, traga agua y se desespera. Contemplando la grandiosidad divina, comprendes
que no todo está perdido, aunque desde el punto de vista humano, parezca que no
hay salida.
“Me acordé en la
noche de Tu nombre, oh Jehová”, exclama David.
El nombre por el cual Dios se identifica a sí mismo es: “Yo soy”.
El secreto de la vida victoriosa está en saber quién es Dios y quién
eres tú. Hay cosas que solo Dios puede
hacer, y hay cosas que Dios no hará en tu lugar.
David, como todo
ser humano, tuvo que enfrentar problemas.
Un joven pastor de ovejas como él, perseguido por los ejércitos del rey,
parecía tener un problema sin solución, pero cuando la noche llegaba, en lugar
de atormentarse con sus preocupaciones, David contemplaba a Dios y una paz
extraordinaria inundaba su corazón, porque sabía que existían principios establecidos
para regir los destinos del universo y de la vida. David llamaba a esos principios: “ley”.
“Guardé Tu ley”, afirma él.
¿Puede haber derrota cuando estás dispuesto a seguir las instrucciones
divinas? Por eso, hoy debes decir: “Me acordé en la noche de Tu nombre, oh
Jehová, y guardé Tu ley”, y encara sin miedo los desafíos que la vida te
presente.
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