martes, 17 de junio de 2014

ENSEÑAME TUS SENDAS


ENSEÑAME TUS SENDAS (tomado del libro Cada día más sabio por el pastor Alejandro Bullón - reproducido con permiso de la Asociación Publicadora Interamericana)

 

Muéstrame, oh Jehová, Tus caminos; enséñame Tus sendas.  Salmos 25:4.

 

¿Es hoy un día difícil para ti?  ¿Necesitas tomar una decisión importante y no sabes qué hacer?  ¿Tienes miedo?  ¿Hay muchas cosas en juego y sientes que la incertidumbre toma control de tu corazón?  Algo tienes que hacer, pero temes equivocarte.  ¿Cuál es la solución?

David también pasó por un momento en su vida semejante al que tú estás viviendo ahora.  En ese contexto fue cuando escribió lo siguiente:  “Muéstrame, oh Jehová, Tus caminos; enséñame Tus sendas”.  Ciertamente, los caminos de Dios son los mejores.  Si pudiésemos ver a través del velo de nuestra humanidad y permitiésemos que Dios nos mostrara Sus caminos, Él se revelaría y nos alegraríamos en hacer Su voluntad.  El resultado sería prosperidad y éxito.

El salmo 25 habla de la vida como una larga jornada en la cual es imposible ser victorioso con las fuerzas de uno mismo.  La palabra “camino” la usa el salmista cuatro veces en este salmo, y la palabra “senda” una vez.  El secreto de la felicidad es descubrir ese camino y andar en él.  La vida no es fácil de ser vivida.  Sin la orientación divina, puedes llegar al fin del camino y descubrir que desperdiciaste tu existencia.  Por tanto, la primera lección que necesitas aprender es que la vida no es fácil.  Una vez que aceptas el hecho de que la vida es difícil, busca ayuda y, como David, suplica a Dios que te muestre el camino en el que debes andar.

El problema es que a veces cuando el ser humano le pide a Dios que le muestre el camino, lo que quiere es que Él apruebe su decisión.  Las cosas se complican, porque Dios no es el Padre permisivo que deja que el hijo de dos años lo lleve por donde él quiere.  Dios es Dios, conoce el camino mejor que nadie y te llevará con seguridad a donde necesitas llegar.

Con esto en mente, no tengas miedo de tomar la decisión que necesitas tomar hoy.  No huyas.  No postergues.  No te “laves las manos”.  Pide la dirección divina y marcha hacia delante con la conciencia de que tu vida está escondida en las manos de Alguien que nunca falla.

Ora a Dios y repite:  “Muéstrame, oh Jehová, Tus caminos; enséñame Tus sendas”.

 

miércoles, 4 de junio de 2014

SE HUMILDE


SÉ HUMILDE (tomado del libro Cada día más sabio por el pastor Alejandro Bullón - reproducido con permiso de la Asociación Publicadora Interamericana)

 

Abominación es a Jehová todo altivo corazón; ciertamente no quedará impune.  Proverbios 16:5.

 

La expresión que el autor de los Proverbios usa hoy para referirse al arrogante de corazón, es muy dura:  “Abominable”.  Esta palabra, en hebreo to´ebah, significa “repugnante”, “detestable”, “peligroso”, “siniestro”.

Cuando ves a una persona orgullosa, es todo eso.  Además de detestable es peligrosa y siniestra.  Piensa en Hitler, por ejemplo.  Se sentía Dios, mandó matar a miles de personas en su loco deseo de establecer una raza superior.  Piensa en Frederik Nietzsche que desafió al mismo Dios.  Los que convivían con él no soportaban su temperamento.

Ya pasaron muchos años desde la muerte de ambos.  ¿Cuál fue la historia que escribieron?  De muerte y locura.  “Ciertamente no quedará impune”, dice el proverbio de hoy, hablando del triste fin que espera a todos los de corazón arrogante.

La arrogancia es el camino directo a la desdicha.  El arrogante pierde la noción de quién es.  En su delirio de parecer grande, no percibe la imagen ridícula y grotesca que proyecta.  Olvida que quien quiere ser un hombre grande, tiene que ser pequeño un día, para poder crecer.

En el concepto propio, él nace grande, es grande, es mucho mayor que cualquier otro simple mortal.  Pero, irónicamente, la gente no lo ve así, y no lo trata como le gustaría que lo trataran, por más que él exige, reclama y, si tiene poder, hasta obliga.

Esa percepción de “no-aceptación”, mina dolorosamente su mundo interior.  En la cámara secreta de su alma vaga de un lado a otro, obcecado por la posición y abrumado por el vacío.  El resultado casi siempre es la locura, la prepotencia, el autoritarismo, el radicalismo que él pretende llamar liderazgo.

¿Hay algún remedio para el corazón orgulloso?  Sí, hay remedio para todas las enfermedades del alma:  Jesús.  Un día, el Maestro recibió al orgulloso Pedro, hombre rudo, áspero y lleno de complejos, queriendo siempre llamar la atención.  “Todos estos te negarán, pero yo nunca”, dijo con soberbia un día, prometiendo ser fiel a Jesús. *  Falló.  Tú conoces la historia.  Fracasó, pero el amor de Jesús lo transformó e hizo de él un hombre humilde, capaz de ofrecer su vida por el Maestro.

Busca hoy a Jesús, déjate moldear por Él, porque “abominación es a Jehová todo altivo de corazón; ciertamente no quedará impune”.

 

*C.f. Mateo 26:33-35.