lunes, 23 de febrero de 2015

EL CAMINO


EL CAMINO (tomado del libro Cada día más sabio por el pastor Alejandro Bullón - reproducido con permiso de la Asociación Publicadora Interamericana)

 

Bienaventurados los perfectos de camino, los que andan en la ley de Dios. Salmos 119:1.

                                                                                  

Extraviarse es una experiencia traumática.  Más todavía si tú no sabes que estás extraviado y solo lo descubres cuando ya es demasiado tarde y estás lejos de tu destino. Conocer el camino es indispensable. Por eso se actualizan los mapas y se vende una gran cantidad de brújulas.

El salmista menciona hoy el “camino”. Dice que las personas bienaventuradas, felices, son aquellas que encontraron el camino y permanecieron irreprensibles en él.

Existe un camino que conduce a la felicidad. Si lo encontraste, llegarás al puerto deseado. ¿Quién no quiere ser feliz? ¿Por qué no todos alcanzan la felicidad? El texto de hoy afirma que no es suficiente querer. Es necesario encontrar el camino.

Vivimos en un mundo de muchos caminos. De una manera u otra, todos prometen llevarte a la felicidad. Son caminos mentirosos, falsos, ilusorios. Tal vez te lleven al encuentro del placer, del poder, de la fama o de la riqueza, pero eso no es, necesariamente, felicidad.

Un día, los discípulos de Jesús le dijeron: “Señor, muéstranos el camino”. La respuesta del Maestro fue: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”.* Jesús es el único camino que conduce a una vida plena. Esta es la verdad más contundente del universo. Cuando tú abres el corazón a Jesús, abriste el corazón a la felicidad.

Abrir el corazón a Jesús significa andar en Su camino. Andando en él aprenderás a abrir el corazón a la vida y a luchar, a vencer y a vivir sin temor a las adversidades de este mundo.

Hay personas que llegan al fin de la vida y descubren con tristeza que siguieron muchos caminos, pero no el Camino.

“Ya no tengo tiempo de volver”, me dijo el otro día un hombre de edad avanzada. La buena noticia de hoy es que nunca es tarde para dar media vuelta. Jesús solo necesita un segundo para hacer todo nuevo.

¿Estás cansado de las luchas? ¿Nada parece salirte bien? Recuerda el consejo de hoy: “Bienaventurados los perfectos de camino, los que andan en la ley de Dios”.
Juan 14:6.


lunes, 16 de febrero de 2015

PRUEBAS, PRUEBAS


¡PRUEBAS! ¡PRUEBAS! (tomado del libro Cada día más sabio por el pastor Alejandro Bullón - reproducido con permiso de la Asociación Publicadora Interamericana)

 

El crisol para la plata, y la hornaza para el oro; pero Jehová prueba los corazones. Proverbios 17:3.

                                                                                  

“Elenita descansó”. La voz llena de pesar de mi esposa anunció la noticia. Yo conocía a Elenita. Una de las últimas veces que me había acompañado en público fue en el estadio Beira Río, en Porto Alegre, donde cantó para más de 40 mil personas. Cantaba con el corazón y con la vida, más que con la voz, aunque tenía una voz muy bonita.

Conversé con ella la primera vez cuando acababa de perder a su esposo en un trágico accidente, en el mar. Toda la familia estaba gozando de un día de playa, cuando el esposo cayó en una roca, llevado por una tremenda ola y nadie pudo hacer nada para salvarlo.

Tenían tres hermosos hijos. Elenita depositó toda su confianza en Dios y encaró el desafío de ser padre y madre para sus hijitos. Poco tiempo después fue sorprendida por otra noticia triste. Los médicos le diagnosticaron cáncer.

“Solo quiero ver a mis hijos crecer”, me dijo un día, detrás del palco, mientras nos preparábamos para presentar el mensaje de Dios a una multitud reunida en el Palacio de Cristal, en Curitiba.

Tres veces estuvo al borde de la muerte en los largos años que luchó heroicamente contra la adversidad. Madre extraordinaria, mujer de Dios, aguerrida, valerosa, nunca dejó que el desánimo tomara el control de su corazón, siempre tenía una palabra de ánimo para todas las personas. Cantó en medio del dolor físico. La última vez que me acompañó, la vi sentada, cansada, pero dispuesta a entrar en el palco. Las últimas palabras que me dijo aquel día me emocionaron: “Fue en el dolor de las pruebas donde el Señor me hizo crecer”.

Hoy llegó el fin de la prueba. Descansó en Jesús. Cerró los ojos en la bendita esperanza de ver a Jesús volviendo y de cantar en aquel día un cántico nuevo.

Este es el mensaje de hoy. El crisol prueba la plata y el fuego el oro, pero las pruebas de la vida llegan para acrisolar el carácter. Nadie que conoció a Elenita de cerca le oyó jamás decir una palabra de queja. Vivió agradecida a Dios en medio del dolor. Luchó, esperó y dedicó su voz a cantar loores a Jesús hasta el último momento de su vida.
Sal hoy de tu casa inspirado en el testimonio de esta mujer, y recuerda: “el crisol para la plata, y la hornaza para el oro; pero Jehová prueba los corazones”.


lunes, 9 de febrero de 2015

LA RECOMPENSA DE LOS HUMILDES


LA RECOMPENSA DE LOS HUMILDES (tomado del libro Cada día más sabio por el pastor Alejandro Bullón - reproducido con permiso de la Asociación Publicadora Interamericana)

 

Porque Jehová tiene contentamiento en Su pueblo; hermoseará a los humildes con la salvación. Salmos 149:4.

                                                                                  

Dos hombres entran en el templo para adorar. Aparentemente van a adorar al mismo Dios. Pero hay una gran diferencia. El centro de la adoración del primero está dentro de él mismo. En el caso del otro, el objeto de la adoración está afuera. Uno de ellos se cree digno, merecedor, trae como ofrenda su buen comportamiento, su conducta impecable, y sus obras de caridad. El segundo se siente indigno, y va al templo para reconocer que es un pobre pecador y que no merece nada.

Jesús contó esta parábola.* El primer hombre era el fariseo, el segundo el publicano. Dios exaltó al último y rechazó al primero, y con esta parábola registró para siempre la idea central del evangelio, que es, a saber: que la salvación no es algo que tú conquistas con tus esfuerzos, sino un don que Dios te da sin merecerlo, por amor.

La teología de la salvación corre cristalina a lo largo de toda la Biblia. Los escritores bíblicos siempre enfatizaron –desde el Génesis, cuando Dios sacrificó un cordero para salvar a Adán y a Eva de la desnudez, hasta el Apocalipsis, que termina con una invitación a beber el agua de la vida gratuitamente- que la salvación es inmerecida. Tenemos acceso a ella únicamente mediante la gracia del Señor Jesucristo.

En el versículo de hoy, el salmista habla de la salvación. Afirma que la salvación es una especie de corona que adorna a los humildes. La palabra humildad, en hebreo anaw, literalmente quiere decir “los pobres y necesitados”. Aquellos que no tienen nada y solo pueden recibir algo por misericordia. Esto no tiene nada que ver con el dinero, sino con el orgullo. Existen ricos humildes y pobres orgullosos.

La salvación es el principio de la felicidad. Nadie puede ser feliz cargando la permanente sensación de estar perdido. ¿Cómo puede tener paz en esa situación? ¿Cómo puede dormir tranquilo? ¿Cómo puede amar? La vida auténtica comienza cuando lo perdido es encontrado.

Acude a Dios hoy. Pero ve con actitud humilde. Reconoce que no eres digno. Tus errores y pecados te hicieron merecedor de la muerte, pero Jesús, con su muerte, entregó la Vida. Ni tú ni yo podremos, nunca, agradecer eso: “Porque Jehová tiene contentamiento en Su pueblo; hermoseará a los humildes con la salvación”.

  • Lucas 18:9-14.