lunes, 24 de agosto de 2015

NO SOMOS DE AQUI

NO SOMOS DE AQUI (tomado del libro Cada día más sabio por el pastor Alejandro Bullón - reproducido con permiso de la Asociación Publicadora Interamericana)

Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos, y aún llorábamos, acordándonos de Sion. Salmos 137:1.

Un día los asirios, dirigidos por Nabucodonosor, llegaron a Jerusalén. Destruyeron todo y llevaron prisioneros a los hijos de Israel.
Los años del exilio fueron tristes. Lejos de la casa, de la familia y de los amigos, los exiliados solo tenían dos opciones: olvidar definitivamente a Israel o vivir en Babilonia, con los ojos fijos en Sion, abrigando el sueño de retornar un día al hogar.
Un día también, el enemigo de Dios llegó hasta la raza humana y destruyó sus sueños, sus valores y principios y la llevó esclava a su reino, para servir en su palacio.
La historia de Israel es un símbolo de la historia humana. Al igual que los israelitas de antaño, estamos hoy lejos del verdadero hogar. Este mundo está lleno de tristeza y angustia, consecuencias naturales de la entrada del pecado. Este no es nuestro hogar. Somos extranjeros y peregrinos y vivimos en un mundo al cual Jesús se refirió, diciendo: “Mi reino no es de este mundo”.
El salmista dice que, mientras los hijos de Israel vivían en Babilonia, se sentaban frecuentemente a las márgenes de los ríos y lloraban con nostalgia, acordándose de Sion, el santo monte, símbolo del gobierno de Dios.
El peligro que corremos hoy es olvidar que este mundo no es nuestro hogar definitivo. Estamos aquí solo peregrinando, por fuerza de las circunstancias, rumbo a la casa del Padre. Somos extranjeros en un país que no es el nuestro.
El hecho de que estemos viviendo en este mundo nos puede llevar a contemplar las cosas de esta tierra durante más tiempo que el necesario. Echar raíces profundas es un riesgo. Recordar quiénes somos y de dónde venimos, nos ayuda a determinar nuestras elecciones y prioridades.
Es verdad que necesitamos sobrevivir. Trabajar, estudiar, construir una casa para vivir y educar a los hijos. Todo eso forma parte de nuestra existencia. No podemos olvidar esas responsabilidades, pero ¿hasta qué punto todo eso nos está haciendo que nos olvidemos de Sion?
Acude hoy a cumplir tus deberes y actividades pensando en la experiencia de Israel, expresada por el salmista: “Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos, y aún llorábamos, acordándonos de Sion”.



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martes, 18 de agosto de 2015

OS HARE SABER

OS HARÉ SABER (tomado del libro Cada día más sabio por el pastor Alejandro Bullón - reproducido con permiso de la Asociación Publicadora Interamericana)

Volveos a mi reprensión; he aquí yo derramaré mi espíritu sobre vosotros, y os haré saber mis palabras. Proverbios 1:23.

Conozco a una persona que sale diariamente de su casa esperando que el Espíritu le diga hacia dónde debe ir y qué debe hacer. ¿Por qué será que cada vez que se habla sobre el Espíritu de Dios, la tendencia es caer en el misticismo? Unos esperan manifestaciones emocionales intensas. Otros, desean entrar en un mundo de levitación espiritual para sentir la “voz” del Espíritu.
El proverbio de hoy relaciona la actuación del Espíritu con tres cosas: reprensión, conocimiento, y la Palabra de Dios. El conocimiento viene a través de la Palabra de Dios que reprende. El vocablo “conocimiento” en el original hebreo es yada, e incluye la mente, el corazón y el cuerpo. Se trata de un conocimiento completo, tanto teórico como experimental.
El texto de hoy afirma que el Espíritu habla a través del conocimiento que viene de la Palabra de Dios. Ese conocimiento no siempre apoya lo que el ser humano “cree” y, frecuentemente, es reprensión. Nos trae de vuelta al camino correcto. Nos muestra con firmeza el camino que conducirá al hombre a la felicidad.
Son raras las ocasiones en que el Espíritu actúa separado de la Palabra. La persona que desea ser guiada por el Espíritu tiene, necesariamente, que abrir la Palabra. El Espíritu habla al corazón a través de ella y nos muestra el camino de la victoria.
De acuerdo con el primer capítulo del libro de Proverbios, las personas que no consideran a Dios en su camino, carecen de la sabiduría y, en consecuencia, sufren constantemente. No conocen la Palabra de Dios. Tratan de encontrar el camino del éxito, a su manera, como el ciego hace con su bastón, queriendo encontrar el camino, envuelto en las sombras y en las tinieblas.
Abre hoy tu corazón a Dios, pídele sabiduría para vivir una vida feliz. Al recibir la sabiduría de lo alto, tú comenzarás a ver las circunstancias desde una perspectiva más optimista, aguerrida y victoriosa. Por eso, antes de comenzar hoy tus actividades, escucha la voz de Dios, diciendo: “Volveos a mi reprensión; he aquí yo derramaré mi espíritu sobre vosotros, y os haré saber mis palabras”.


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lunes, 10 de agosto de 2015

SI...

SI… (tomado del libro Cada día más sabio por el pastor Alejandro Bullón - reproducido con permiso de la Asociación Publicadora Interamericana)

Les sustentaría Dios con lo mejor del trigo, y con miel de la peña les saciaría. Salmos 81:16.

El versículo de hoy presenta dos verbos en el modo condicional: “sustentaría” y “saciaría”. Estas promesas expresan seguridad y plenitud, pero requieren una condición. La condición es: “Oye, pueblo mío, y te amonestaré. Israel, si me oyeres…”.* Las exhortaciones divinas no tienen como propósito hacer de la vida una carga, el objetivo es sustentarte y saciarte.
¿Quién es tan loco para no seguir el camino que le hará bien? Y, sin embargo, mira la queja divina: “Pero mi pueblo no oyó mi voz, e Israel no me quiso a mí”.*
Todos los días tenemos que decidir si vamos a oír la voz de Dios, o si seguiremos los instintos propios. El Señor nos aconseja a seguir el camino que nos llevará a la seguridad y a la plenitud, pero no nos obliga a seguir ese camino. Nos deja en libertad para escoger y decidir.
La tragedia de Israel era que no daba importancia a los consejos divinos. Sufría constantemente por seguir sus propios caminos. Insistía en andar según su propia manera de ver las cosas. Vez tras vez, Dios lo llamó para que siguiera sus caminos y, finalmente, Dios dijo: “Los dejé, por tanto, a la dureza de su corazón”.*
La obstinación es un denominador común en la vida de la persona fracasada. El diccionario la define como la insistencia en hacer algo que no funciona.
Hoy es necesario analizar mis propias actitudes. ¿Hasta qué punto continúo repitiendo actos que solo traen dolor a mi vida o a la vida de las personas que amo?
Yo los “sustentaría”. Yo los “saciaría”. Promesas maravillosas que pueden tornarse realidad en la experiencia del ser humano que, dejando de lado sus propias opiniones, abre los oídos para escuchar los consejos divinos.
Haz de este día un día de sabias decisiones. Cree en las maravillas que Dios es capaz de hacer en ti y por ti. ¿Por qué continuar experimentando el vacío del corazón si Él promete saciarte? ¿Por qué tener miedo del futuro si Jesús promete sustentarte? Enfrenta los desafíos de la vida, recordando la promesa de Dios para ti: “Les sustentaría Dios con lo mejor del trigo, y con miel de la peña los saciaría”.
*Salmos 81:8, 11, 12.   


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lunes, 3 de agosto de 2015

EL VALOR DE LA REPRENSION

EL VALOR DE LA REPRENSION (tomado del libro Cada día más sabio por el pastor Alejandro Bullón - reproducido con permiso de la Asociación Publicadora Interamericana)

El necio menosprecia el consejo de su padre, mas el que guarda la corrección vendrá a ser prudente. Proverbios 15:5.

La hora de trabajo había llegado al fin en aquella tarde y Fredrick esperaba impaciente que llegara el ascensor. No sabía si iría directo a su casa o si andaría sin rumbo como lo había hecho las otras tardes. A los 55 años de edad se sentía fracasado. No era ese el tipo de vida que había soñado. Era un hombre público, pero, no era público el dolor y la frustración que constantemente subían a su mente y explotaban en su corazón.
En aquellas interminables tardes, vagando sin rumbo, sentado en alguna plaza, parado en cualquier esquina, o esperando la llegada de la noche en algún bar, Fredrick siempre llegaba a la conclusión de que la causa de su fracaso era su temperamento. Nunca escuchó a nadie. Rechazó el consejo de sus padres. Discutió con sus profesores. Sus amigos eran amigos siempre que no interfirieran con sus opiniones. De repente, a los 55 años, descubrió que la peor tontería de su vida había sido despreciar la instrucción y no hacer caso a la reprensión.
¿Por qué soy así? –se preguntaba angustiado. Lo que él no sabía es que todos los seres humanos nacen así. No es propio de nuestra naturaleza escuchar consejos, aceptar instrucciones o asimilar la reprensión. El hombre natural prefiere “golpearse la frente él solo”. Ya en la niñez se suelta de la mano del padre y corre como un cabrito hasta chocar con el borde de la mesa y caer al suelo. Entonces, llora a lágrima viva, lágrima que a lo largo de la vida llorará en silencio para esconder los fantasmas dispersos de sus sueños destruidos.
Frederick era ateo. Creía que Dios estaba muerto. Su manera de pensar, heredada de Nietzsche, a quien había leído cuando era joven, cuando descubrió que su padre le había puesto el nombre de Fredrick en homenaje al filósofo alemán.
Una tarde del mes de octubre, encontró un folleto con un título que llamó su atención: “¿Ha muerto Dios?”. Eso despertó su interés por estudiar la Biblia. Se sorprendió porque se encontró con verdades que no conocía. En aquellos conceptos bíblicos estaba el secreto del éxito. Descubrió que “el necio menosprecia el consejo de su padre”, y con humildad aplicó las instrucciones bíblicas en su vida.
Cuando conocí a Fredrick, ya era un hombre victorioso. “Mi vida tiene sentido” –me dijo-. “Ahora soy feliz”. Al salir hoy para enfrentar tus responsabilidades, recuerda: “El necio menosprecia el consejo de su padre, mas el que guarda la corrección vendrá a ser prudente”. 


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